Silvia Bentolila: Para cambiar conductas, hay que involucrar más a la comunidad

Para la psiquiatra y experta en emergencias, la resignación y el enojo son esperables tras una pandemia tan prolongada. Pero, ¿cómo lograr ahora que la sociedad cumpla los protocolos?

Nadie nos prepara para convivir en forma permanente con la idea de la muerte. Y menos si esta idea se prolonga en el tiempo. La psiquiatra y especialista en emergencias y desastres Silvia Bentolila, asegura que el enojo, la frustración y la negación son respuestas esperables en situaciones de crisis que se mantienen durante meses. Eso ocurre con esta pandemia.

En Córdoba, como en el país, preocupa que le gente ya se testea menos, oculta síntomas y, si es positivo, describe menos contactos estrechos que lo que ocurría hasta meses atrás.

En diálogo con La Voz, la especialista, que integra el Equipo Regional de Respuesta frente a Emergencias Sanitarias de la OMS (Organización Mundial de la Salud), reconoce que faltó involucrar más a la población en la comunicación de las medidas preventivas. “Haciendo parte a la comunidad de la construcción y transmisión de esos mensajes se logran cambiar patrones culturales y modificar conductas”, asegura.

Bentolila cita como ejemplo el trabajo realizado en algunas comunidades africanas, para reducir el riesgo de transmisión del ébola. E insiste con que las mejores armas para reducir la circulación del Sar-Cov-2 dependen de nosotros: barbijo, distancia social y lavado de manos.

–¿Cómo explica la sensación de relajamiento en la población?

–Estamos viviendo reacciones esperables frente a situaciones críticas que se sostienen en el tiempo. Es esta conciencia constante del riesgo y de la muerte lo que nos resulta intolerable. Frente a situaciones de emergencia, son más comunes las reacciones evitativas, al estilo de: ‘A mí nunca me va a pasar’, que el pánico.

–¿Cuáles son las reacciones más frecuentes?

–Pasan varias cosas cuando la situación de crisis se prolonga en el tiempo. Una es decir: ‘A mí no me va a tocar’. Otra es aflojar, o decir: ‘Ya está, tiro la chancleta’, después de haber sostenido un gran esfuerzo durante meses. Es una reacción común entre las personas que hacen dieta: se cuidan mucho y después aflojan. O lo hacen porque los demás también bajaron la guardia.

–¿El relajamiento también se contagia?

–Sí y es algo que se conoce como copia masiva.

–¿Por qué llegamos hasta esto?

–Porque no se involucró a la comunidad en la gestión del riesgo. Faltó lo que se llama comunicación de riesgo para la participación comunitaria. Las cosas no son a todo o nada. Si yo quiero hacer algo que me puede implicar un riesgo, como encontrarme con un ser querido, hay que poner el tema sobre la mesa y pensar cómo reducir ese riesgo. Porque las tres medidas que hay que tomar son muy simples si no las vivimos como imposición sino como pauta para cuidarme a mí y a los demás.
–¿Cómo involucrar a una comunidad tan diversa como la argentina?

–Los mensajes masivos no sirven. Pueden ayudar los primeros cinco días pero, después, hay que involucrar a representantes de cada uno de esos grupos diversos tanto en la construcción como en la transmisión de los mensajes. En los jóvenes, recurrir a los influencers. En comunidades aborígenes, con sus referentes. Y en adultos mayores, también. Los mensajes deben ser tan diversos como heterogénea es la población. Y necesitan ser construidos con las pautas culturales de la comunidad a la que va dirigida.

–¿Puede citarme un ejemplo?

–El 25% del protocolo diseñado para el manejo del ébola se realizó a partir de un trabajo psicosocial. En algunas zonas de África, se bañaban los cadáveres como forma de preparar a los muertos para la despedida. Como con el Sars-Cov-2, los cadáveres contagiaban ébola. Se trabajó con los patrones culturales para que la gente cambiara su conducta y entendiera que dejar de bañar a los muertos no era un gesto de desamor sino de cuidado comunitario.

–Después de las fiestas aumentaron los casos de Covid-19, quizás por la misma necesidad de expresar un gesto afectuoso...

–Casi todos los países tuvieron un repunte de casos después de las fiestas. La gente no había incorporado la necesidad de celebrar de otra manera. En una situación tan prolongada que produce cansancio, agotamiento, impotencia o frustración, se producen las reacciones más primarias. Como no se puede vivir todo el tiempo con la conciencia de la muerte, porque es intolerable, se niega. Y entonces aparece eso de ‘A mí no me va a pasar nada’.

–¿Cree que nos apuramos en hablar de desescalada de casos?

–Hubo una percepción vinculada a que se termina el año y se termina un ciclo. Pero eso es algo simbólico porque el año calendario es un límite ficticio. En términos de la vida, son pautas culturales que nada tienen que ver con la biología. Fue como haber creado una ilusión. Siempre que eso pasa, estamos expuestos a desilusionarnos. A su vez, se genera más angustia, depresión y enojo. Pero enojarnos nos vuelve más vulnerables y genera el efecto adverso. Porque si nos cuidamos entre todos, tendríamos menos limitaciones. Hasta la economía marcharía mejor. Muchos países volvieron al confinamiento porque no se respetaron las pautas mínimas de cuidado.

–¿Generó la vacuna la sensación de falsa seguridad?

–Sí. Y el problema es que no hay un acceso equitativo de las vacunas en el mundo. No hay que proyectar ahí la solución. Tenemos una herramienta más poderosa que es cuidarnos entre todos para reducir la circulación viral. Eso nos empoderaría como comunidad, incluso en pueblos de 500 habitantes.

Inquieta en Córdoba que la gente se testea menos

Analizan cómo recrear conciencia de que la pandemia no terminó.

En Córdoba, funcionarios del Ministerio del Salud vienen advirtiendo su preocupación por el relajamiento que se observa a la hora de cumplir premisas básicas para contener el virus. Señalan que ha bajado la intención social de testearse ante la duda de contagio y que, cuando se da un positivo, este informa muchos menos contactos estrechos (son 3,5 promedio hoy), frente a los 30 o más de meses atrás. Desde el ministerio abrieron ahora consultas con otros sectores, incluso académicos, para abordar otros modos de llegar mejor a la sociedad ante esta nueva realidad que inquieta.

Fuente: lavoz